sábado, 5 de mayo de 2012

Vení, quiero pensar con vos

Increíble resulta percibir la manera en la que vamos mutando y siendo en medio de un avance caudaloso y constante que nos lleva sin preguntar a qué ritmo preferimos ir. Por la mañana nos limitamos a apagar una escandalosa-alarma-interruptora-de-sueños  para someternos a una vida que, al igual que el aparato recientemente citado, es escandalosa pero, a diferencia de aquella, no nos interrumpe los sueños sino que nos tiende el camino hacia ellos.


Hoy, mientras estaba en la cola del supermercado, hablaba conmigo misma y, de repente, me quedé tildada en el cuestionamiento de qué sentido tiene vivir si uno no vive su sueño.  Y acá viene el gran misterio, ¿cuál es mi sueño?, ¿cuál es el tuyo?


Ojalá todo terminara en descubrir para qué nacimos y qué queremos hacer de la vida para que tal cuestión resulte suficiente a tal punto que nuestro alma se sienta satisfecho con la simplicidad de "vivir lo que somos y lo que hacemos". Eso es lo difícil. ¿Cómo se hace? 


Al parecer se hace viviendo y, si no resulta, se deshace de la misma forma. Yendo para adelante, buscando aprender de lo bueno y de lo malo, de los grandes maestros y hasta de los mediocres. Creyendo. Amando. Agradeciendo. Perdonando, ¡y cuántos adjetivos más podría traer acá! Pero prefiero que los pensemos, vos y yo.


¿Qué acciones sustancialmente posibles necesitamos traer a nosotros, a nuestro interior, para llegar cada día un poco más cerca de nuestros sueños?


Meternos en temas como estos incomoda un poco, nos sacan de la tranquilidad y vileza de vivir cada día tal como se presenta, sin planes, sin metas. Es un arduo y gran trabajo, sin duda. 


Para el final de este escrito que no se caracterizó por su extensión dejo una cuestión en la que podemos pensar y es: ¿los sueños se alcanzan o deberían ser un estado permanente? 


Espero sus reflexiones. 


Abrazos al aire, quien ande necesitando que agarre uno.
Las Vueltas de mi Ombligo. Todos los derechos reservados. © .