Este es el punto, el tiempo, el momento en el que las decisiones se ordenan de manera yuxtapuesta.
Donde hay que pensar dos veces si volver a amar, porque se sabe que la vida ya no trata de forma tierna.
Es el tiempo en el que no estamos tan maduros como para que la dureza nos impida sentir ni tan ingenuos como para lanzarnos a cuanta aventura se nos ponga cerca.
Y es el pasado no muy cargado el que saluda desde ahí nomás y también está el futuro, aún extenso, pero se torna temible al pensar qué vendrá.
Claro, y ahora es cuando la conciencia se hace la valiente diciendo que “al final todo sale bien” y que “Dios está en control”. ¡Pero claro que es así! A eso ya lo sé pero tengo ganas de sumergirme en un pozo lleno de agua, tocar fondo y dejarme llevar de nuevo hacia la superficie para volver a respirar. De eso tengo ganas: de dejarme llevar; pero lo que impide, al parecer, es más fuerte que las mismas ganas.
Y eso no duele, pero atonta. Y el atontamiento acompañado del miedo, casi siempre, son los únicos compañeros que nos permitimos llevar cuando nos encontramos en ese punto, tiempo y momento donde las decisiones se ordenan de manera yuxtapuesta. Donde hay que pensar dos veces si volver a amar, porque se sabe que la vida ya no trata de forma tierna….