Hoy sería una noche linda para vos porque hay lluvia de estrellas y, quien sabe, por ahí es otra noche de esas en las que te desvelás por no haber tomado esa media pastillita de Tranquinal con la que aplacabas el pesar de tantos años comprimido en un par de horas de sueño.
Por ahí, ahora si, al saber que ya no estás, iría a pasar más tiempo con vos y nos sentaríamos como tantas veces hicimos a mirar el cielo oscuro de La Escandinava y contar cuántos satélites pasan por hora, como hacíamos hace como veinte años atrás, ¿te acordás? Sería lindo volver a competir por quien ve más estrellas caer, seguro ibas a ganar porque tu vista está más entrenada.
¿Y si vamos a dormir juntas y nos quedamos charlando hasta vaya a saber qué hora charlando de la familia, de tu infancia, de la vida? ¿Y si mejor me preparás mate con leche o pan con huevo? ¡Qué rico era lo simple con vos, Baba, ¿eh? Que me perdonen los que no entienden que Baba es una palabra de origen ruso y significa “abuela”, es que hoy no tengo ganas de explicar nada, hoy quiero hablar simple con vos.
¿Sabes qué? A veces, cuando voy a tu casa, dejo que se me escape lo de niña y me pongo a silbar adentro para ver si de alguna pieza aparecés con tu reto: “No silbes acá porque vas a atraer a los espíritus”, pero no pasa nada. Ni aparecés vos ni me asusta ningún espíritu.
También tiento lo que ya es y es imposible revertir, tomando mucha gaseosa mientras como pero tampoco escucho ese “primero se come, después se toma porque sino se te llena la panza de líquido y sobra comida”, que nos dijiste a todos los primos mientras ponías botellas y vasos lejos de nuestro alcance.
¿Y tu ronquido? ¡Jajajaja! Cómo me divertía tu forma de roncar, ¿te acordás que cuando era chiquita te decía que roncabas como si te tiraras peditos con la boca? ¡Puffp! ¡Puffp!, hacías. Algunas noches hacía fuerza para no dormirme primero así podía escuchar tu especial disertación, porque después del ronquido empezabas a gritar los nombres de la gente que aparecía en tus sueños.
La vida fue pasando, muy rápido para mi gusto, y, sobre el final, tus risas ya no eran tantas como tus lágrimas. Y el no haber podido evitar que sientas un poquito menos aquello que te dolía hoy también me estruja el corazón. Pero ahí nomás me reconforta el mismo Ser que secaba tus lágrimas, aquel que nunca viste pero en quien creíste hasta el final. Tu fe está yendo más allá de tu descendencia, nos bendice y nos guarda.
¡Ay, Baba querida! ¡Cómo me jode que no estés! ¡Cómo me duele que hoy sea tu cumpleaños y estés en recuerdo y no en cuerpo! Sé que tu día final lo determinó Dios pero te extraño y así va a ser siempre. Hoy te recuerdo por ser el día de tu cumpleaños, ayer te pensé por algún otro motivo y mañana será por algo similar. Estás siempre presente. Gracias Babita linda, ¡GRACIAS! Y "felices" 80.